Tengo una nueva obsesión con los mapas porque nos ayudan a encontrarnos.
Antes pensaba que la cartografía se limitaba a instrucciones sencillas,
como ir de punto A a B en una ruta de
Google Maps. En realidad no es así: un buen mapa nos ayuda a descubrirnos
emocionalmente, como esta pieza que encontré de Yoko Ono:
En este mapa, la artista nos invita a intercambiar mapas con
nuestros amigos. Pero ¿qué hay de los mapas que te dejan las amistades rotas? Es
difícil detenerse a contemplar las imágenes que quedan de algo como un cariño
que se se hace pedacitos de un momento a otro, incluso sin meter las manos, sin
emitir palabra alguna.
Otras líneas llaman mi atención: “The map
must be followed exactly, or the event has to be dropped altogether”. Y es que
hay cosas que no podemos controlar aunque seamos los autores de una
cartografía. Hay rutas que cambian, que de pronto se pavimentan de una amistad
que parece irrompible, protegida por el paso del tiempo y a la que sólo le
queda desaparecer, que debemos terminar y dejar ir.
En un mapa las líneas pueden desdibujarse: no es algo
inmutable, su esencia misma es la variación. Y así vamos nosotros por nuestras
vidas, trazando cartografías y moviendo obstáculos. Si tenemos suerte habrá un
amigo al final del camino con quien compartir nuestro mapa.